sábado, 27 de febrero de 2010
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¡Todo era amor... amor!
No había nada más que amor.
En todas partes se encontraba amor.
No se podía hablar más que de amor.
Amor pasado por agua, a la vainilla, amor al portador, amor a plazos.
Amor analizable, analizado.
Amor ultramarino.
Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche... lleno de prevenciones, de preventivos; lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran M, con una M mayúscula, chorreado de merengue, cubierto de flores blancas...
Amor espermatozoico, esperantista.
Amor desinfectado, amor untuoso...
Amor con sus accesorios, con sus repuestos; con sus faltas de puntualidad, de ortografía; con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.
Amor que incendia el corazón de los orangutanes, de los bomberos.
Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas, que arranca los botones de los botines, que se alimenta de encelo y de ensalada.
Amor impostergable y amor impuesto.
Amor, incandescente —y amor incauto.
Amor indeformable.
Amor desnudo.
Amor-amor que es, simplemente, amor.
Amor y amor... ¡y nada más que amor!
Oliverio Girondo
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Buaaaaaaaa!!!
ResponderEliminarMe ha encantado, es precioso, y su ritmo ..... uff!.
Así debe ser el amor, como una ráfaga de aire fresco que nos eriza el bello e imprime sus huellas en nuestra piel.
Un beso
A mi también Me gusta.
ResponderEliminarUn Beso.
Sólo puedo decir: P.R.E.C.I.O.S.O!!!!
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